sábado, 1 de enero de 2011

Una noche peculiar.

Él estaba como siempre sentado en su sillón frente a la chimenea de su enorme y lujosa casa. Le gustaba ver arder la madera, a menudo haciendo esto recordaba su vida; hijo único, de una familia humilde, nunca tuvo más parientes que sus padres, los que murieron cuando aún contaba con una temprana edad. Fue en esos tiempos cuando conoció a su primera esposa, una amiga de sus primeros años que lo hizo muy feliz, hasta que la suerte la extrajo de su lado. Después al quedar destrozado por su pérdida, dedicó su vida al trabajo, en donde llegó a adquirir una de las mayores fortunas del Uruguay de principios del siglo XX. Fue ahí cuando conoció a su segunda esposa, pero también esta fue efímera.
Ahora se encontraba él, con setenta y tres años, con una inmensa fortuna y poderosos contactos, en una mansión del Prado absolutamente solo, rodeado únicamente por sus sirvientes y una desenfrenada y atrevida pretendiente que deseaba ser su tercera esposa, meta que estaba a un acta de lograr.
En la inmensa sala no se escuchaba más ruido que el de las llamas. Arriba de la mesita su vaso de vino casi vacío. El estaba tan inmóvil como siempre al realizar esta actividad casi cabalística; cuando las enormes puertas de la sala se abrieron e irrumpieron en ella una mujer con aire prepotente, acompañada por un hombre muy elegantemente vestido, con un portafolio de cuero negro y otro hombre, de baja estatura, vestido semi-formal y caminando de una manera muy ceremoniosa.
La mujer habló primero con tono meloso:
- Al fin, amor, el día ha llegado, nos casaremos.
 No se escuchó respuesta del otro lado, el hombre bajo sacó un acta de matrimonio, la leyó cuidadosamente, con una religiosidad y pomposidad que hubiera envidiado un sacerdote. Cuando mencionó el nombre del señor, este no contestó. La mujer impaciente, dijo:
- Pásame tu mano, te ayudare a firmar si estás cansado.
El hombre bajo se dio cuenta que era un hombre mayor y aceptó. Pocos segundos después se retiró con una paga extra.
El hombre de traje sacó un documento del portafolio y ella repitió el proceso que antes había hecho, ayudando a firmar al marido un testamento dejándole todo a su reciente esposa.
Él yacía muerto hacía dos horas, muerte natural repentina en ese mismo sillón. La mujer necesitaba cobrar su herencia, no le servía que muriera, no en ese momento. Llamaron al hombre bajo y con sobornos accedió a realizar esa operación. El hombre de traje, su abogado y fiel amante, le había traído el testamento por el que heredaría la fortuna, y que con el tiempo les permitiría casarse.
Después de lo sucedido, y para seguir su actuación ante los sirvientes, lo subieron a la habitación. La mujer pasó la noche con el cadáver, sería mucho menos sospechoso decir que murió a la mañana siguiente de casarse.


Fabián Javier Barloco Niño.
Ados 5, 16 años.